lunes, 27 de agosto de 2018

Lunes locos

Comencé a quererte sin darme ni cuenta. Y te juro que no quería. Amaba mi soledad, mi paz... pero los caprichos del destino van y te ponen frente a mi y, aunque traté de negarlo, no pude hacer más que rendirme a la evidencia: sueño con unir mi alma a la tuya.

No sabes cuántas veces me sorprendo soñando despierto. Y en cada uno de esos sueños estás tu a mi lado. No, no sabes lo que anhelo verte, lo que ansío abrazarte, el inmenso deseo de besarte...

Comencé a quererte y ahora ya no puedo olvidarte.

Lunes Locos

J. Zatón

jueves, 23 de agosto de 2018

Me pueden las ganas de ti

Sentir unas ganas infinitas de besarte. Pensar en ti a cada instante, sin importar qué o con quién este. Querer contarte cada cosa que me pasa, por insignificante que sea e interesarme por cada minuto de tu vida. Oír tu risa cuando estás a mi lado y sentirme pleno por hacerte pasar un buen rato. Tener un infinito sentimiento de pérdida cada vez que te vas y notar cuán despacio pasa el tiempo cuando no estás a mi lado, casi tan lento como veloz es el reloj al estar juntos. Sentir un absurdo nerviosismo cuando quedamos, aunque sólo sea por 2 minutos y brincar de alegría cuando me hablas. Dicen que es amor...

lunes, 20 de agosto de 2018

Camino de mi primer libro

Como alguno sabréis, estoy terminando mi primer libro. Es un proyecto que tengo en mente desde hace años, un sueño que está a punto de hacerse realidad.

Honestamente, no sé si es bueno, regular, malo, o un tostón imposible de leer, pero  de alguna manera forma parte de mí y quiero compartir con vosotros el primer capítulo. Admito comentarios, opiniones y críticas... ¿Qué os parece? :


El día de Nochebuena, Berto estaba sentado en el sofá, ojeando un viejo álbum de fotos. Esas eran las primeras navidades que iba a pasar solo y se encontraba desolado. Sus padres fallecieron trágicamente diez meses antes, su hermano Juan llevaba diez años en Canadá y las llamadas eran cada vez más esporádicas y Belén, la novia con la que llevaba doce años viviendo, desapareció antes del verano sin dar casi explicaciones.

La vida de Berto en el último año se había desmoronado y sólo la gran amistad que le unía a Lorena, José y David consiguió acabar con su depresión.

Se detuvo en una foto en la playa de hacía 20 años. Era en la ría de Oyambre, donde solía ir Berto con sus padres los fines de semana en verano. Allí estaba junto a su hermano Juan, David, Manuel, un amigo de la infancia con el que perdió contacto hace años y una chica pecosa y sonriente a la que no recordaba. Esa chica le llamó la atención a Berto, pues la rodeaba con los brazos y ambos se miraban sonriendo con ternura. Si no fuera porque apenas tenían unos 12 años, cualquiera diría que estaban destinados a ser el uno para el otro.

Intentó recordar aquel verano, y un vago recuerdo llegó a su mente, pero no lo suficiente claro. Cerró el álbum y encendió la televisión, dispuesto a ver alguna película en Netflix. El móvil volvió a sonar. Otra felicitación navideña. Más de 20 y sólo eran las cuatro de la tarde. “Maldita Navidad”, pensó Berto mientras apagaba el móvil. Hoy no era día para celebrar nada. No para él.
Acabó dormitando tumbado en el sofá. El tranquilizante que tomó hizo efecto y pasó toda la tarde relajado. Cuando quiso darse cuenta, eran las 8 de la tarde. Justo en ese momento sintió que aporreaban la puerta. “¿Quién coño viene a estas horas?” maldijo para sí Berto mientras se disponía a abrir.

-        - ¡Vamos hombre! ¿En pijama a estas horas? Tienes 5 minutos para vestirte. - Era Lorena quien entró en su piso sin preguntar, portando una cazuela.
-        - ¿Qué haces aquí? - Preguntó Berto incrédulo, cerrando la puerta.
-        - ¡Eh! ¡Ten cuidado, casi me tiras las torrejas! - José venía tras ella… y también estaban David y María, su mujer.
- Todos portaban algo. Polvorones, turrón, lechazo… Berto miraba incrédulo mientras sus amigos preparaban la cena de Nochebuena.
-        - ¿Qué pensabas, que te íbamos a dejar solo en un día como hoy? - Lorena, siempre la voz cantante de cualquier sarao, sonreía al hablar.
-        - ¿Y vuestras familias? Habíais quedado todos con…
-        - Hoy tú nos necesitas más. – Cortó José a Berto, pasando un brazo por sus hombros. – Ellos se lo van a pasar bien sin nosotros, y a ti no te vamos a dejar aquí lloriqueando.
-        - Si es que no tengo ganas de fiesta José, me habéis pillado a punto de irme a dormir. – Mentía Berto, sabiendo que no iba a colar.

Cuando quiso darse cuenta, Berto estaba sentado en una mesa rodeado de sus cuatro mejores amigos. Unos amigos que habían dejado de lado a su familia para pasar la Nochebuena con él. Con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos y un doloroso nudo en la garganta observó sus caras sonrientes y comprendió que nunca iba a estar solo. Era más afortunado de lo que pensaba.

Entre risas, copas de vino y champán transcurrió una comida compuesta de caracoles, langostinos cocidos, merluza al horno, cochinillo, torrejas, turrones y polvorones. El tiempo pasaba volando y Berto olvidó por unas horas el fatídico año que había pasado.

A las doce, tras unas cuantas copas de vino y algún que otro chupito de orujo, estaban todos ya algo enchispados. Entre José, María y Lorena habían recogido la mesa y casi cualquier resto de la cena había desaparecido de la casa de Berto.
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       -Bueno, ha llegado la hora de irse. Vamos al Kaos a seguir con la fiesta. – José, siempre con ganas de una copa más, estaba decidido a que la noche no acabase.
-        - Vale, no voy a discutir. Sois capaces de llevarme a rastras cabrones. – Berto Sabía que no podía negarse.
-        - Cómo lo sabes Chiquitín. – Confirmó Lorena, la única capaz de llamar así a Berto sin que soltase un bufido.

Lorena era una chica morena, de metro setenta y voluminosa. Con 32 años, llevaba 16 años viviendo sola y valiéndose por sí misma para todo. Había tenido pocas relaciones y todas muy cortas y pensaba que era mejor el “sexo entre horas” como decía ella que soportar una pareja estable. Era amiga de David y Berto de toda la vida, siendo los únicos con los que no tenía secretos y tenía adoptado a José, el más pequeño de todos, como una especie de hermano pequeño.

David, de la misma edad que Lorena y Berto siempre fue el más formal de todos, a pesar de que su larga melena y su look heavy pudiera dar a entender lo contrario. Para él, Berto era el hermano que no tuvo nunca, inseparable, se pasó la adolescencia y media juventud sacando las castañas del fuego cada vez que Berto la liaba. Empezó con María a la vez que Berto con Belén, doce años antes, pero mientras ellos llevaban 5 años casados, Belén nunca quiso dar el paso y él sabía que tarde o temprano ella dejaría a su amigo a poco que se torcieran las cosas. Le dolía tener razón.

Con 28 años, María era la alegría del grupo. Siempre riendo, era difícil no acabar contagiado de su felicidad. No la costó conectar con los amigos de su hoy marido y el hecho de que Berto comenzase a salir con su amiga Belén al tiempo que ella con David ayudó mucho. Sin embargo, no le gusto la manera ni el momento en que está dejó al mejor amigo de su pareja y, aunque antes eran inseparables, ahora se habían distanciado. Rubia y bajita, era una mujer preciosa, con unas curvas perfectas que comenzaban a deformarse debido a un embarazo de 3 meses que habían decidido ocultar a Berto, quien deseaba tener hijos y su ex nunca accedió a ello. En el fondo, sabía que era mucho mejor para él que Belén y su egoísmo desapareciese de su vida y esperaba que Berto no tardase en darse cuenta.

Por último estaba José, de 26 años y que formaba parte del grupo desde hacía diez, cuando entabló amistad con Lorena y Berto jugando una partida a los dardos. Nunca se cansaba de beber ni de estar de fiesta, aunque era más responsable de lo que pudiera parecer. A pesar de ser el menor de todos, siempre había conectado a la perfección y era el primero en aparecer en cualquiera de sus reuniones.

Berto los analizaba a todos mientras se acercaban a Kaos, un pub donde solían ir a menudo, sobre todo cuando tenían ganas de jugar unas partidas a los dardos. Les estaba tremendamente agradecido por lo que habían hecho: renunciar a pasar la Nochebuena con sus familias para hacerlo con él. Pero así eran ellos, si le hubiera pasado a cualquier otro, él hubiera hecho lo mismo. Eran inseparables, amigos de los de verdad, de los que se cuentan con los dedos de la mano y se sentía muy afortunado de formar parte de ese grupo.

Llegaron a Kaos y no les extrañó encontrarse un Pub casi vacío, pues en Torrelavega no había mucha costumbre de salir el 24 de diciembre. El pub era más bien pequeño, acogedor. Con una barra de poco más de seis metros, una fila de 4 mesas en paralelo a ella dejaba entre medio una zona de unos treinta metros cuadrados. Tras la barra, al fondo, la puerta de entrada a los baños y una máquina de dardos. 

Al entrar se encontraron a Elena, la camarera en la barra, con la que quedaban también de vez en cuando para ir de comida, con cara de aburrimiento y con razón: tan sólo una pareja al fondo del pub y un par de chicas en una mesa cohabitaban el local a aquellas horas. No era de extrañar su expresión de alegría al ver entrar a los amigos.
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       - Bueno, bueno, al fin un poco de alegría en Nochebuena. -Saludó Elena, encantada de recibir la visita del grupo de amigos.
-        - ¡Feliz navidad Elena! Vete poniendo unos cubatas que esta noche promete. - José, como no podía ser de otra manera, ya estaba pensando en liarla.
-        - Bueno, para mi no, un zumo de melocotón, que estoy con antibióticos. – Mintió María, utilizando la excusa que ya había utilizado en casa de Berto para no beber.
- Poco a poco José, David, María, Lorena y Berto fueron abrazando y besando a Elena. El de la camarera con Berto fue especial: ella sabía lo que había pasado y además siempre había sentido una especial predilección por él. “Me alegra verte por aquí hoy, y encima con una sonrisa en la cara” susurró Elena a Berto.

Lorena y David se pusieron a jugar a los dardos; siempre que veían una máquina el vicio les podía. José y María entablaron conversación con Elena y Berto, observador como de costumbre, investigó a la poca gente que poblaba el local. La pareja del fondo no paraba de besarse. Tenían aún las copas llenas y parecía que iban a tardar en acabarlas, si es que lo hacían alguna vez. Miró entonces a las dos chicas de una mesa. Parecían tener más o menos su edad, una, rizosa y rubia, iba muy arreglada, pintada y vestida como para ir de boda. Parecía algo pija, tanto por la vestimenta como por sus gestos. La otra captó rápidamente la atención de Berto. Melena larga color caoba un tanto despeinada, ojos color miel, una sonrisa brillante en la cara y algunos kilos de más, la chica no paraba de hablar. 

Sus ojos se cruzaron con los de Berto y de pronto se hizo para él muy familiar. “Juraría que no la conozco, pero esa cara… la he visto antes en algún lado” pensó.

En la mesa, la chica se había fijado en Berto nada más llegar. Era un chico del montón, más bien bajito, aunque tenía una mirada penetrante y bonita. Transmitía confianza. Cuando cruzó la vista con él, tuvo la misma sensación, el de ser alguien familiar, aunque no recordaba haber visto a ese chico jamás. “¿De qué me suena? Esa mirada… es como si esos ojos me habrían mirado antes.”
Ninguno de los dos apartó la vista, se quedaron unos minutos mirándose y sonriendo, intentando recordar dónde se habían visto, aunque ambos pensaron que era una sensación errónea.
Aquel fue el primero de muchos cruces de miradas que se sucedieron durante la siguiente hora, hasta que ella fue al baño y, al salir, Berto se dirigió a ella.
-         - Llevo desde que te he visto pensando si te conozco de algo, y no es la típica frase para ligar. Tu cara se me hace muy familiar, pero no consigo recordar dónde te he visto antes.
-        - Jajaja a mi me pasa lo mismo; juraría que no te conozco de nada y, sin embargo, tus ojos me son muy familiares.
-        - Pues lo has puesto peor, estaba empezando a creer que era imaginación mía. Bueno, sea como sea, encantado: me llamo Alberto, aunque todos estos me llaman Berto.
-        - Igualmente, Berto yo soy Lisa, bueno, Elisa, pero no me llames así, lo odio. Una cosa, igual suena muy atrevido, pero mi amiga se quiere ir para casa y yo no tengo ganas, ¿os molestaría que me quede con vosotros?
-        - Para nada Lisa, si me va a venir hasta bien, esos dos no paran de jugar a los dardos, José en media hora va a estar muy pedo y María y Lorena se pondrán a hablar del embarazo que intentan ocultarme, así que un poco de compañía no vendrá mal.
-        - ¿Embarazo? Pero, ¿es tu novia o algo?
-        - Jajaja, qué va. Es la mujer de David, pero no quieren decirme nada porque… bueno, es una larga historia y no quiero aburrirte con mis líos.
-        - Para nada, puedes contarme lo que quieras. Me encanta hablar, aunque de vez en cuando también me gusta escuchar.

Pasaron horas hablando. Lisa le explicó que de pequeña veraneaba en Cantabria y que hacía un año se vino a vivir y trabajar a Torrelavega tras separarse de su marido. Berto, contrario al principio a contarle todo lo ocurrido aquel fatídico año, narró a Lisa parte de su vida: su niñez, una adolescencia muy rebelde, incluso sus escarceos con la cocaína a los 20 años. A las 6 de la mañana llegó la hora del cierre de Kaos: habían pasado más de tres horas desde que Berto y Lisa comenzaron a hablar.
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-     - Bueno pareja, ha llegado el momento de irse. – Era Lorena quien les sacó de su ensimismamiento.
-        - ¿Ya son las 6? Ni me he enterado… - respondió un incrédulo Berto.
-        - Me ha encantado hablar contigo Berto, si quieres, toma mi número de teléfono y podemos quedar otro día…
-        - ¡Claro! Cuando quieras quedamos de nue…
-        - ¡pero que estáis diciendo! A menos que vayáis a follar, la noche no ha acabado. El Trejo abre a las seis y media, en lo que vamos para allá le pillamos abierto. – José, incansable como siempre y con una borrachera curiosa, resistía a terminar la noche.
-        - Eres de lo que no hay José, - reprochó de manera cariñosa María. - No te cansas nunca. Yo me voy para casa, David, ¿vienes o te quedas con estos borrachos?
-        - Vamos, vamos, si me tomo otro cubata ya no respondo… jajaja.
-        - Pues si me esperáis diez minutos, yo me apunto a ir al Trejo. – Apuntó Elena, la camarera del Kaos.

Y para el Trejo marcharon, salvo David y María y con la incorporación de Lisa y Elena. Tomaron un par de copas más, esta vez todos juntos, y Berto y Lisa no tuvieron ocasión de seguir intimando. Él se fue a su casa pensando en Lisa. Era una chica divertida, risueña, habladora y llena de energía. “quizá si la hubiera conocido en otra época, estaría pensando en tener algo con ella” pensaba al entrar en el portal de su casa. Lisa llegó a casa contenta. Había conocido a un grupo de gente muy maja, sobre todo Berto, quien tenía los ojos bañados en tristeza. No sabía los motivos, pero estaba claro que algo trágico había sucedido en su vida recientemente. Al llevar poco tiempo en la ciudad, apenas conocía gente más allá de su trabajo y Berto era la primera persona que le llamaba la atención en un año. “Aunque no sé si estoy preparada para algo que no sea una amistad, sobre todo viendo cómo está él en este momento”. Cogió su móvil y mandó un WhatsApp a su recién estrenado amigo:
Ya en casa. Nos vemos pronto, que descanses.
Pero Berto ya estaba dormido.

jueves, 2 de agosto de 2018

Amor eterno

Sentir ganas de besarte a todas horas.
Despertar pensando en ti cada mañana.
Ver tu mirada alegre, creerte sola
y soñar con que juntos nos pille el alba.

Verte sonreír y alegrar mi día.
Ya ves con qué poco me conformo.
Y es que si te veo me trastorno
soñando con tenerte en mi vida.

Dicen que es amor esto que siento
y, si en verdad soy un alma enamorada,
¿Quién mejor que tu mi dulce hada
para a tu lado ver pasar el tiempo?

J. zatón